Escalera para una minifaldera, Madrid
Una amiga me pide que incorpore a su casa una escalera para comunicar el salón con la buhardilla que, dispuesta exactamente encima, acaba de comprar. La idea es hacer algo que cuando no se use parezca una escultura, un mueble desconectado o cualquier otra cosa. Un objeto irreconocible sin uso, que sólo adquiera sentido y sea ‘arquitectónico’ cuando ella lo use. Y entonces, sí será escalera.
Se construye con chapones de acero dispuestos en perpendicular a un muro ciego que, soldados a una viga encastrada, se forran con madera.
Desde el salón, la vista de la subida y la bajada se convierte en un acto voyeurista.
El hecho de que no tenga barandilla (a propósito) obliga a que ella tenga que andar aún más lentamente, y dure más el espectáculo. Según dónde pise, los tacones aparecen y desaparecen a lo largo del recorrido… Cuando me llama para que suba, yo hago que leo… ella sabe que me hago el distraído. Las piernas aparecen desde arriba y según van bajando, cada vez parecen más y más largas. La veo subir y bajar, una y otra vez, recreándome en un paisaje de piernas infinitas.
Escalera para una minifaldera, Madrid. Localización: Romanones, 9. 5º. Madrid. Año del proyecto: 2005. Cliente: Ella prefiere no decirlo. Arquitecto: Ángel Verdasco. Contratista: Procover. Fotógrafo: Juan Roldán. Superficie: 2.4 m2. Presupuesto: 1.850 euros.